Durante mucho tiempo hemos escuchado a quienes se autoproclaman como proto-dirigentes políticos, de la necesidad en Tierra del Fuego de alcanzar consensos necesarios para generar políticas de mediano y largo plazo, que transciendan las gestiones.
Por lo general, al brindar esas sentencias y enseñanzas de alta política impostan la voz y hacen referencia a una mesa, en donde imaginan estarían sentados alrededor generosos y desprendidos dirigentes que, solo pensando en el bien común y el bienestar de su pueblo, diagramarían metas de las que nadie en adelante podrá apartarse, por el bien de todos.
La democracia es, también, confrontación de intereses, relaciones de fuerza, diferenciaciones ideológicas, y una norma jurídica no es más que el resultado o síntesis, en un tiempo histórico, del saldo o balance de todas estas cuestiones. Es, como hace tiempo lo dijera Foucault, ideología disfrazada de neutralidad.
Resulta habitual, cuando se escucha a quienes indican que “aún no se han logrado los consensos”, que uno tienda a representarse la idea de que, todavía, aquellos que tienen que inclinarse hacia a un lado, no han logrado ser convencidos.
Por ello, quizá lo primero que debamos preguntarnos, en algunas cuestiones de actualidad, es “¿De qué hablamos cuando hablamos de consensos?”.
Las otras mesas.
El trámite de la demorada aprobación del Fideicomiso Austral, como antes fuera el de la tarifaria, y otros tantos casos, demuestra que -en verdad- esa imaginaria mesa de prohombres sobresalientes en su espíritu de construcción y su mirada hacia el inevitable horizonte del bien común, lisa y llanamente no existe. Y no es que no existan los consensos. A veces son el fruto de cuestiones axiológicamente despreciables.
El primer consenso que estos casos se observa es evidente. Ha podido más el convencimiento y la coincidencia de hacer daño a una gestión, que el de beneficiar a un pueblo. No es la primera vez que lo decimos y nunca pensamos que hasta la propia Presidente pudiera, en otras circunstancias, hacer un análisis similar sobre graves cuestiones institucionales que sucedieron en Tierra del Fuego.
Nuestra opinión.
Frente a todo esto parece el panorama desalentador. Parece. Pero hemos tenido escenarios peores y pudimos remontarlos.
Es triste, pero creemos que el daño ya esta hecho. El tiempo que ya ha transcurrido hace que aún cuando en las próximas sesiones se aprobara (solo quedan 2 sesiones ordinarias), no se podrán hacer rápidamente las obras. Con suerte, llamado a licitación mediante, éstas podrán iniciarse en el segundo semestre del año 2011. Ese era el objetivo: evitar que este gobierno, al que caracterizaron tan despectivamente, sumara la realización de obras tan postergadas en pleno proceso electoral.
El consenso de la mesa balanceó que era más importante hacer daño a la gestión que mejorar la calidad de vida del pueblo al que aspiran a representar.
Por ello sostenemos que, sin perjuicio de que debe mantenerse el debate público sobre estas cuestiones para lograr la aprobación, también debe concentrarse el esfuerzo desde otra perspectiva. Partimos de la base que no puede esperarse mucho, a esta altura, de la actual composición legislativa. Tendría que ser este tema un punto central de la campaña del año próximo. Los candidatos a Gobernadores y Legisladores deberían explicar que piensan sobre este tema, y que habría que hacer. Quizá a alguno le toque en suerte explicar las razones de porque haría después lo que hoy no hace.
Sería, ni más ni menos, que sentarlos a la mesa de la que tanto hablan.